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Educar en tiempos de Covid-19 | ¿Qué dice la Neurociencia?

Domingo 26 de abril de 2020. Aún no ha sonado la alarma y ya estoy despierta. Me levanto de prisa y me asomo a la ventana. Hace un sol maravilloso. Sonrío. Después de 45 días en casa, hoy saldremos a pasear con nuestro hijo. Jugaremos a que es un domingo normal. Aunque no podamos ir al teatro o a un museo, ni quedar con los amigos, sí que podremos correr, ver la ciudad, sentir el sol, la brisa, escuchar las voces y risas de otros niños y niñas. ¡Es un gran día!


Mucho hemos leído estas semanas sobre las consecuencias que el confinamiento que estamos viviendo, debido a la pandemia por la Covid-19, puede tener en nosotros y sobre todo en el cerebro de niños y niñas. Es evidente que estamos ante una situación única en la historia reciente y de momento no existen estudios que puedan evidenciar sus consecuencias exactas.


Hace unos días tuve la oportunidad de asistir al Webinar: Claves de la Neuroeducación para Docentes con David Bueno, Doctor en Biología y Especialista en Neuroeducación. Un webinar muy acertado para estos momentos, organizado por Tekman.


Se abordaron temas interesantísimos, pero en este artículo me gustaría compartir lo que David Bueno comentó sobre los principales efectos que puede tener este confinamiento y la importancia en la educación.


Basándose en estudios registrados en la literatura científica sobre casos razonablemente parecidos de personas que han sido confinadas de manera obligatoria y extrapolando estas evidencias a los niños y niñas que tienen un cerebro mucho más plástico, este confinamiento obligatorio podría tener los siguientes efectos:


El confinamiento obligatorio limita la capacidad del cerebro de hacer nuevos aprendizajes y afecta la capacidad de responder.

Limita la capacidad del cerebro de hacer nuevos aprendizajes

Uno de los principales efectos es que el cerebro empieza a limitar la plasticidad neuronal. Es decir, limita la capacidad de hacer conexiones nuevas. Esto hace que sea más difícil hacer nuevos aprendizajes.

En este sentido, es importante que los centros educativos, los docentes y las familias comprendan que no podemos pretender que los alumnos y alumnas adquieran los mismos conocimientos durante el confinamiento que cuando asistían regularmente a su centro. Es importante utilizar otros métodos, disminuir la carga de contenido y priorizar en otras competencias como la resiliencia que son más importantes en estos momentos.

Afecta la capacidad de responder

Se suelen dar dos maneras completamente opuestas de responder. Hay personas que ante un confinamiento obligatorio se sobreactivan, generan más acciones y actividades. Es una estrategia del cerebro para hacernos sentir útiles y hacer más llevadero el confinamiento.

Por otro lado, hay personas que esta situación las lleva hacia una tristeza, una melancolía, a tener menos ganas de hacer cosas, incluso en algunos casos los puede llevar a la depresión. Es muy importante el ejemplo de las familias para las niñas y niños. En un hogar donde a los progenitores les cuesta mantener una rutina, a sus hijos e hijas les será aún más difícil activarse.

Los docentes deben tener en cuenta este efecto en los alumnos y alumnas, porque su respuesta ante el aprendizaje será diferente. Si bien es cierto que ya estas diferencias de respuesta se daban en el aula normal, durante una situación de confinamiento se magnifican. Y es importante buscar los recursos para educar a todos, tanto a los que les cuesta más hacer cosas, como a los que se sobreactivan.

Es posible que no haya oportunidad de volver a las aulas hasta el próximo curso, no es fácil conjugar las necesidades educativas con las epidemiológicas. David Bueno nos recuerda que cuando esto se dé, lo primordial es que los alumnos y alumnas recuperen los contactos sociales que tenían dentro del centro, tanto entre entre ellos como con los docentes para tener la oportunidad de conversar y expresar cómo se sienten. A nivel de conocimientos, lo ideal es reforzar el contenido adquirido individualmente durante el confinamiento, de una manera lúdica y social. Reencontrarnos todos será más importante que no intentar desde el primer día recuperar lo que no se ha hecho.

Salir a la calle es una sensación nueva, diferente. Nos saludamos unos a otros con una sonrisa oculta tras la mascarilla, ahora más que nunca nuestras miradas hablan. Nuestro hijo corre, nosotros también. El sol y la brisa nos renueva y nos contagiamos con la energía de las niñas y niños que gritan, ríen, saltan, corren en sus patinetes o patines. La ciudad vuelve a vivir. Poco a poco nos acostumbraremos a esta nueva normalidad.


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